Nuestras universidades pueden presumir. En el Times Higher Education de universidades jóvenes la UAB está en el puesto número 12 mundial y el 1 estatal. En el último Informe U-Multirank de la UE hay tres universidades españolas entre las mejores en investigación (Pompeu Fabra, Mondragón y Barcelona); otras tres (Antonio de Nebrija, Mondragón y Politécnica de Cataluña) en transferencia de conocimiento. Pontificia de Comillas, Deusto y Carlos III en movilidad de alumnos. Y Católica de Valencia, Europea de Madrid y CEU Cardenal Herrera de Valencia en compromiso regional. Por si fuera poco el último informe sobre universidades españolas realizado por la Fundación BBVA concluye que el sistema universitario más potente es el catalán, con un rendimiento un 20% por encima de la media. Felicidades sinceras ante tanto relumbrón… a pesar de algunas sombras.
Una. Ninguna universidad española obtiene la puntuación máxima en enseñanza y aprendizaje: curioso tratándose de una de sus funciones fundamentales. Dos. La proliferación de rankings universitarios ha degenerado en una guerra que hace que al final todas puedan ser excelentes en algo, aunque sea por ser las universidades más jóvenes o por los metros cuadrados de césped por alumno. Tres. El U-Multirank ya nació cuestionado: en 2014 solo 517 de los 879 centros analizados respondieron la encuesta y de las 73 universidades españolas sólo participaron 39, lo que llevó a que los resultados no pudieran ser considerados demasiado fiables. Cierto es que el número de participantes aumenta con los años. Cuatro y final. Si el último U-Multirank es fiable observen un fenómeno curioso: hay muchas universidades privadas españolas bien posicionadas. De ser cierto esto debería tener un fiel reflejo en la política universitaria de nuestras administraciones: la Ley Orgánica de Universidades establece en su art. 1 que “la Universidad realiza el servicio público de la educación superior mediante la investigación, la docencia y el estudio”. No discrimina entre públicas y privadas, luego, si las privadas también desarrollan un servicio público y además acreditan posiciones excelentes en los ránkings, ¿por qué se las excluye de las convocatorias competitivas de ayudas a la investigación y de otros fondos públicos operativos? Mientras no ganemos en coherencia nuestra posición real en los ránkings continuará siendo, cuando menos, renqueante.
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