Universidad y ocupación. La Vanguardia. 14.03.2016

Según el “Barómetro de empleabilidad de los universitarios en España de 2015”, que encuesta en 46 universidades a 13.000 egresados del curso 2009-2010, el 37% de ellos encontró trabajo gracias a conocidos, muy por delante del trato con empresas y portales especializados o servicios universitarios de empleo, que sólo sirvieron al 7%. Hay quien alega que recurrir a conocidos va contra la igualdad de oportunidades como si desviando la atención de las cifras estas mejoraran.
Obviamente la universidad no puede servir sólo al objetivo de la empleabilidad de sus egresados, pues se debe también a otras funciones principales (docencia, investigación, transferencia de conocimiento o reequilibrio territorial) aunque el modelo universitario debe responder, también, a unas expectativas generadas de modo no casual: a más alumnos matriculados, aún a costa de decepcionar expectativas, mayor financiación.
Alto y claro: la universidad ya no es un ascensor social ni una garantía de empleo. Sí es un servicio público indispensable para el progreso de las gentes, de su cultura y de su economía. ¿Ello implica que nuestras universidades pueden hacer objeción de una necesidad de sus egresados como es la de encontrar empleo? Rotundamente no. Para ello es preciso actuar en dos direcciones. La primera, situar las expectativas en su punto razonable: sepan señores estudiantes que, a pesar de no ser una oficina de empleo, su universidad hará todo lo que esté en su mano para acompañarles en su acceso al mercado de trabajo.
La segunda, que sea cierto. Y para que lo sea nuestras universidades deben evolucionar. Renovar la docencia para, además de justificar intereses meramente académicos, acercarla también a intereses sociales generales. Acentuar aún más el papel de sus Consejos Sociales. Aproximarse a las empresas para aprender de ellas. Desburocratizarse. Invertir en imaginación. Participar en la Formación Profesional Superior. Flexibilizar sus servicios de empleo. Ganar prestigio para invertirlo en apoyar a sus estudiantes. Financiarse, también, en función de la empleabilidad de sus egresados, no sólo del número de estudiantes matriculados. Resumiendo, las universidades deben ser más eficientes en la mejora de la empleabilidad de sus egresados si no quieren defraudar las expectativas generadas.

Ramon J. Moles
Ex secretario general de Universidades de la Generalitat de Catalunya


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