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La privacidad como excepción. La Vanguardia. 26.03.2018

Algunos operadores de redes sociales están publicitando sus políticas de privacidad con objeto de concienciar a los usuarios de las posibilidades que ofrecen para proteger sus datos. El compromiso llega al punto de que algunas de ellas disponen incluso de “Director de privacidad”. Todo ello muestra la importancia creciente del debate sobre el uso de los datos y su privacidad.

Vaya por delante algo obvio: los datos son, en principio, del usuario. En la práctica sin embargo esto no es tan claro o, cuando menos, respetado. El negocio de las Redes se basa en explotar datos de los usuarios que estos confían a los operadores de modo voluntario e inconsciente. Voluntario porque, en el mejor de los casos, al acceder a los sistemas generalmente se autoriza por defecto el uso de los datos a terceros; en el peor de los casos los metadatos son cedidos por los operadores a terceros para su explotación. Inconsciente porque los usuarios no son conscientes del uso de sus datos por terceros o, en determinados casos, ni siquiera quieren serlo -analfabetismo digital- habida cuenta del lavado de cerebro: “si no estás en las redes no eres nadie”. En resumen, las Redes, para sobrevivir y obtener grandes beneficios, necesitan datos a costa de sus usuarios: Instagram, Snapchat, Facebook o YouTube precisan de datos y por eso se construyen sobre la dependencia de sus usuarios. En este sentido la privacidad en las Redes es inexistente por cuanto así los datos están disponibles por defecto.

La contradicción, aparente, está servida: tenemos que defender la propiedad privada -de datos- en un entorno (Internet) que tenía que ser el paraíso de la libertad, del no-control, de la inexistencia de un poder centralizado. En realidad no existe tal: Internet, las Redes, siempre han sido de sus propietarios, quienes basan su negocio en la explotación de datos de terceros como si de tierras a ocupar por colonos se tratara. La privacidad en Internet es un derecho a conquistar (no algo reconocido por los operadores) que gana terreno tímidamente gracias a que los poderes públicos intentan limitar el poder de los actores privados de las redes y a la propia conciencia de los usuarios. De ahí las campañas de imagen. Se trata, en fin, de que la privacidad en Internet no sea la excepción, sino la norma.