El Espacio Europeo de Educación Superior pretende construir la libre circulación de universitarios (como la de bienes, servicios y personas), en base a un reconocimiento de créditos que facilita la movilidad de estudiantes y se estructura en dos ciclos de 3 y 2 años. La mayoría de países optaron por este sistema o por dar libertad a sus universidades. Sólo una minoría, España entre ellos, optaron por obligar al modelo de 4 años más 1.
Fue un gran error que contó con el apoyo corporativo de la mayoría de universidades españolas (excepto las catalanas), interesadas en mantener la burocracia imperante para evitar cambios que hubieran cuestionado el “status quo”. Venció así, como casi siempre, el inmovilismo más rancio defensor de la universidad homogénea y burocratizada, dónde la competencia es un castigo y el mérito es simplemente la antigüedad o la capacidad de mendigar presupuesto público. Gracias a ello los estudiantes españoles cursan en general un año más de estudios que sus colegas europeos, mientras éstos no contemplan venir a nuestras universidades a estudiar un año más que en las suyas. Es la mejor barrera entre nuestro sistema y el europeo: total, que inventen ellos!
Parece ahora que el gobierno quiere dar a las universidades libertad para conectar con Europa a pesar de la corporativa oposición de rectores, sindicatos y estudiantes, que temen que se remueva una situación en que, pareciendo que todo ha cambiado, en el fondo todo sigue como en el franquismo: sin libertad para fijar planes de estudios, ni para contratar profesores, ni seleccionar alumnos. Cierto que este país no merece tantas reformas. Cierto que el caso catalán es distinto (a pesar de que tampoco prosperó la propuesta que se hizo desde la Generalitat en 2004 para desarrollar un modelo catalán sin romper el marco español mediante títulos propios de 3 años paralelos a los oficiales de 4). Cierto también que no hay ningún problema en que haya las mismas carreras con distintas duraciones, cómo no lo hay en otros países que optaron en su día por dejar que las universidades decidan libremente cómo impartir estudios, contratar profesores y admitir estudiantes para poder competir realmente. Lástima que hayamos perdido 10 años, de momento. El problema es que nuestra universidad, y con ella sus dirigentes, profesores y estudiantes, quiere ser (salvo contadas excepciones) una y grande, pero no libre.
8 marzo, 2015
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